Me gusta cuando la gente dice aquello de que el tiempo
pasará, todo se pondrá en su sitio y volverá a ser como antes. Ha pasado el
tiempo. Ha pasado el tiempo desde que decidimos que todos los años que habíamos
vivido juntos, con todas sus risas, enfados y reconciliaciones no merecían la
pena, o desde que pensamos que no decirnos las cosas cuando nos dolían o no
vernos ni cuando nos moríamos de ganas de hacerlo iba a ser lo mejor para los
dos. Ha pasado el tiempo y sé que eres feliz. Tu nueva vida está llena de
ilusión, de metas, de nuevas amistades. Tu vida está llena, en definitiva. Y ya
no te acuerdas de mí.
Aún recuerdo cómo siempre decías que había que vivir el
momento… ser feliz, ni más ni menos. Ser feliz. He estado intentándolo, te lo
prometo. Yo también he cambiado de vida. Ya sabes: nuevas ilusiones, nuevas
metas, nuevas amistades… Y estoy bien, de verdad que sí. Ha vuelto a entrar el
sol por las mañanas. Pero no puedo engañarme más. Te echo de menos. Te echo de
menos tanto que a veces duele. Duelen tus abrazos, tus bromas, tus besos, tus
“no te preocupes, yo estoy aquí”… Duelen los planes de futuro que hacíamos
cuando apenas éramos dos niños ingenuos que jugaban a estar enamorados. Dueles
tú, y todo lo que eres.
Sólo he venido a decirte que vuelvas. Vuelve tarde, pero
vuelve.
Que el otoño sin ti no es lo mismo.
Que el otoño sin ti no es lo mismo.